viernes, 18 de febrero de 2011

En mi silla - piloto

Nuevamente, hoy es un buen día. En realidad, no tengo ninguna idea; ningún argumento esbozado en mi mente. Para contrarestarlo, tengo un bolígrafo en mi diestra que cuando, con mi pulgar hago clic, derrocha tinta azul. Parece tener vida y, con ello, la necesidad de quedar impresa en una página cualquiera, de una libreta también cualquiera.

Hace, aproximadamente, media hora ha venido la señora que - respetuosamente - llamo: "la señora mayor del cortado que viene siempre". Hasta donde llega mi observación, tiene dos amigas - vecinas del barrio - que nunca se cita con las dos el mismo día, a la misma hora y en el mismo lugar; al menos, en este lugar llamado Albaida, más conocido como "la tienda".

La amiga que hoy acompaña a la "señora...", veinte años más joven que la otra - más o menos -, lleva dos cortados, con poca leche. Descafeinados. Ella, el cortado de siempre, con su galletita de cortesía y creo que, a estas horas de la tarde, la cortesía, por partida doble, de la amiga.

(Si le pones un corderito de cortesía, que acompañe el café - nada; un detalle - se lo comeria también. Y el de la amiga.)

En fin, durante todo este tiempo, que no se aprecia con la atemporalidad de las palabras - quitaremos, aquí, los adverbios -, han pasado dos horas. Ella sigue hablando y la amiga - con el brazo izquierdo apoyando el peso de su cuerpo y con su brazo derecho, liderado por su mano, alternando la postura; ahora me froto, suavemente, la barbilla; me cubro la yugular e inclino, levemente, la cabeza para que mi mano la sostenga; ahora, etcétera - escucha.

1 comentario:

  1. Has empezado soberbio. ¿Terminas con prisa? Degusta el momento cuando hablas de "la señora mayor del cortado que viene siempre" y de su amiga. Poco a poco, y verás como tu final, aunque quede abierto, cierra el ciclo de un post soberbio.
    Como dice un buen whisky: keep walking.

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