- Ahora el hermanito bueno está dispuesto a dar su vida por esa blanca, fulana de occidente.
- No es una fulana, y tú no vas a decidir su destino.
- ¿Me lo vas a impedir derramando tu sangre?
- Te lo voy a impedir rebanando tu cuello.
- ¿Tú...? ¿A mí...? Aún recuerdo cuando éramos niños y convertíamos los palos quemados de la hoguera en afiladas espadas. Padre siempre acudía en tu ayuda cuando te rendías y me suplicabas que dejáramos de jugar, Lahasa.
- No me llames así. Ya no somos niños. Todo ha cambiado.
- Tienes razón. Ya no eres un perro flaco. En fin, hablar contigo es agotador, tienes la misma lengua que padre.
- El sol se está poniendo. Marchaos ya antes de que caiga la noche y este desierto os haga desaparecer...
- ¿Sigue en pie lo de compartir ese narguile...? Antes no hablaba en serio, hermano, cuando decía todo aquello del humo de lealtad... No era nada más que palabrería, Lahasa.
- No soy Lahasa y en este campamento no hay sitio para vosotros. Sois siete hombres más los animales...
- Sé que tienes suficiente sitio para todos nosotros. La construcción y organización siempre se te dio bien. A Padre le resultaba muy útil.
- He dicho que no, sé que tramas algo y no te lo voy a permitir. Olvídate de la chica.
- Tus hombres son fieles y disciplinados, Lahasa. Uno da de beber a los animales; otro asegura y deja todo dispuesto en las tiendas; otros dos cocinan, y huele bien esa carne de camello; uno más protege a la chica; y estos dos de aquí no se han separado de ti desde que llegué. No dudo de que al mínimo movimiento ofensivo de alguno de mis hombres, reaccionarían de inmediato...
- Confío en todos y cada uno de ellos.
- Está bien. Te doy mi palabra. Tan sólo quiero pasar la noche aquí, que descansen mis hombres y al amanecer nos marcharemos.
- ¿Ahora son tus hombres cuando antes eran tus perros...?
- Shh! Shh! Que no te oigan. No sé por qué se motivan más y trabajan mejor si los trato como bestias...
- De acuerdo. Mis hombres os acompañaran a vuestras tiendas.
- Por cierto, ¿Tienes Internet aquí...?
- ¿Inter qué...? Tengo agua, vino, té, aguardiente, sémillas, carne de camello, leche...
- Nada. Olvídalo... Suerte que llevo Internet everywhere de Morange. Y dime... ¿Cuánto hace que no sales de este desierto?
sábado, 9 de julio de 2011
miércoles, 6 de julio de 2011
En el desierto
- ¡Devuélvemela!
- ¡Ni lo sueñes! No te pertenece.
- Tú me la robaste y al fin te he encontrado...
- Te estaba esperando.
- ¡Mientes! ¡Rata del desierto! Te mueves como un elefante por estas dunas.
- Siempre te has creído mejor que yo.
- Devuélvemela ya. No imaginas cuánto vale y tú no sacarás ni un tercio de su valor. Nunca supiste negociar. Si no fuera por todo lo que te enseñé y esos...esas ratas que decidieron seguirte, serías un largato tostado al sol de esta tierra.
- Hermano, hermano...Cálmate.
- Yo no soy tu hermano.
- Toma, fuma conmigo de este narguile y si tanto valor dices que tiene, negocia conmigo.
- ¡Yo no comparto un narguile cuyo humo no es de lealtad!
- ¿¡Lealtad!? Tú no sabes lo que es la lealtad. ¡Tú me abandonaste! Ya lo has olvidado...
- Te abandoaste tú sólo...Tú decidiste tu destino...Podrias tener mucho más y tu conciencia te lo arrebató todo.
- Muy bien, nunca cambiarás y ahora eres tú quien me necesita.
- ¡Dámela ya!
- ¡Eres esclavo de tu codicia" Arderás en el mármol del infierno...Yo, ahora, al menos, robo baratijas y mercancias de poco valor a comerciantes.
- Yo comercio con lo que más valora el hombre...Nunca lo entendiste. Pero somos iguales...
- ¡Arderás en el mármol del infierno y nadie podrá oir tus gritos! Sentencias a los demás con tus propios pecados y no eres consciente de que tu alma es negra y venenosa como los escorpiones que habitan este desierto.
- Dime, eres mejor que yo... ¡Ladrón de mercancías! Yo también negocio con mercancias...¡Devuélvemela ya! O esta misma noche estarás esperándome en el infierno.
- Tus hombes se están poniendo nerviosos...Diles que bajen sus armas.
- Mis hombres huelen el miedo de tus perros...
- Un halcón sabio nunca muestra sus garras. Mis hombres desenfundarían y dispararían sus armas antes de que tu hombre más rápido acabara de apretar el gatillo.
- Tus perros son comida para los míos.
- ¡Atrévete!
- Está bien. No voy a malgastar más mi tiempo. ¿Cuánto quieres? Te daré más de lo que tepuedas gastar en tu corta y miserable vida.
- Por lo que veo ya tienes un comprador...
- Mi comprador me permite pagarte todos los días del resto de tu vida, que mis dedos pueden contar. ¡¿Cuánto quieres?!
- Es un capricho demasiado caro y arriesgado para un hombre...
- Eso a nosotros no debe importarnos...Nunca se te dio bien esto y ahora eres un ladrón al que este desierto se le queda muy grande... ¡Al igual que tu padre!
-¡También fue tu padre! Nunca te conformaste con nada. Él nos enseñó a sobrevivir en esta arena dorada por el sol. Lo que nunca se me dio bien fue traficar con personas, hermano.
- Siempre te quiso más a ti...
- Estás equivocado. Tú nunca le perdonaste. Podría soportar la desdicha de esta pobre mujer entregándotela, pero no soportaría jamás la desgracia de no haber dado mi vida para salvarla.
- ¡Ni lo sueñes! No te pertenece.
- Tú me la robaste y al fin te he encontrado...
- Te estaba esperando.
- ¡Mientes! ¡Rata del desierto! Te mueves como un elefante por estas dunas.
- Siempre te has creído mejor que yo.
- Devuélvemela ya. No imaginas cuánto vale y tú no sacarás ni un tercio de su valor. Nunca supiste negociar. Si no fuera por todo lo que te enseñé y esos...esas ratas que decidieron seguirte, serías un largato tostado al sol de esta tierra.
- Hermano, hermano...Cálmate.
- Yo no soy tu hermano.
- Toma, fuma conmigo de este narguile y si tanto valor dices que tiene, negocia conmigo.
- ¡Yo no comparto un narguile cuyo humo no es de lealtad!
- ¿¡Lealtad!? Tú no sabes lo que es la lealtad. ¡Tú me abandonaste! Ya lo has olvidado...
- Te abandoaste tú sólo...Tú decidiste tu destino...Podrias tener mucho más y tu conciencia te lo arrebató todo.
- Muy bien, nunca cambiarás y ahora eres tú quien me necesita.
- ¡Dámela ya!
- ¡Eres esclavo de tu codicia" Arderás en el mármol del infierno...Yo, ahora, al menos, robo baratijas y mercancias de poco valor a comerciantes.
- Yo comercio con lo que más valora el hombre...Nunca lo entendiste. Pero somos iguales...
- ¡Arderás en el mármol del infierno y nadie podrá oir tus gritos! Sentencias a los demás con tus propios pecados y no eres consciente de que tu alma es negra y venenosa como los escorpiones que habitan este desierto.
- Dime, eres mejor que yo... ¡Ladrón de mercancías! Yo también negocio con mercancias...¡Devuélvemela ya! O esta misma noche estarás esperándome en el infierno.
- Tus hombes se están poniendo nerviosos...Diles que bajen sus armas.
- Mis hombres huelen el miedo de tus perros...
- Un halcón sabio nunca muestra sus garras. Mis hombres desenfundarían y dispararían sus armas antes de que tu hombre más rápido acabara de apretar el gatillo.
- Tus perros son comida para los míos.
- ¡Atrévete!
- Está bien. No voy a malgastar más mi tiempo. ¿Cuánto quieres? Te daré más de lo que tepuedas gastar en tu corta y miserable vida.
- Por lo que veo ya tienes un comprador...
- Mi comprador me permite pagarte todos los días del resto de tu vida, que mis dedos pueden contar. ¡¿Cuánto quieres?!
- Es un capricho demasiado caro y arriesgado para un hombre...
- Eso a nosotros no debe importarnos...Nunca se te dio bien esto y ahora eres un ladrón al que este desierto se le queda muy grande... ¡Al igual que tu padre!
-¡También fue tu padre! Nunca te conformaste con nada. Él nos enseñó a sobrevivir en esta arena dorada por el sol. Lo que nunca se me dio bien fue traficar con personas, hermano.
- Siempre te quiso más a ti...
- Estás equivocado. Tú nunca le perdonaste. Podría soportar la desdicha de esta pobre mujer entregándotela, pero no soportaría jamás la desgracia de no haber dado mi vida para salvarla.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)