sábado, 9 de julio de 2011

En el desierto II

- Ahora el hermanito bueno está dispuesto a dar su vida por esa blanca, fulana de occidente.

- No es una fulana, y tú no vas a decidir su destino.

- ¿Me lo vas a impedir derramando tu sangre?

- Te lo voy a impedir rebanando tu cuello.

- ¿Tú...? ¿A mí...? Aún recuerdo cuando éramos niños y convertíamos los palos quemados de la hoguera en afiladas espadas. Padre siempre acudía en tu ayuda cuando te rendías y me suplicabas que dejáramos de jugar, Lahasa.

- No me llames así. Ya no somos niños. Todo ha cambiado.

- Tienes razón. Ya no eres un perro flaco. En fin, hablar contigo es agotador, tienes la misma lengua que padre.

- El sol se está poniendo. Marchaos ya antes de que caiga la noche y este desierto os haga desaparecer...

- ¿Sigue en pie lo de compartir ese narguile...? Antes no hablaba en serio, hermano, cuando decía todo aquello del humo de lealtad... No era nada más que palabrería, Lahasa.

- No soy Lahasa y en este campamento no hay sitio para vosotros. Sois siete hombres más los animales...

- Sé que tienes suficiente sitio para todos nosotros. La construcción y organización siempre se te dio bien. A Padre le resultaba muy útil.

- He dicho que no, sé que tramas algo y no te lo voy a permitir. Olvídate de la chica.

- Tus hombres son fieles y disciplinados, Lahasa. Uno da de beber a los animales; otro asegura y deja todo dispuesto en las tiendas; otros dos cocinan, y huele bien esa carne de camello; uno más protege a la chica; y estos dos de aquí no se han separado de ti desde que llegué. No dudo de que al mínimo movimiento ofensivo de alguno de mis hombres, reaccionarían de inmediato...

- Confío en todos y cada uno de ellos.

- Está bien. Te doy mi palabra. Tan sólo quiero pasar la noche aquí, que descansen mis hombres y al amanecer nos marcharemos.

- ¿Ahora son tus hombres cuando antes eran tus perros...?

- Shh! Shh! Que no te oigan. No sé por qué se motivan más y trabajan mejor si los trato como bestias...

- De acuerdo. Mis hombres os acompañaran a vuestras tiendas.

- Por cierto, ¿Tienes Internet aquí...?

- ¿Inter qué...? Tengo agua, vino, té, aguardiente, sémillas, carne de camello, leche... 
- Nada. Olvídalo... Suerte que llevo Internet everywhere de Morange. Y dime... ¿Cuánto hace que no sales de este desierto?

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